La creatividad te permite cometer errores, el arte te dice cuales mantener.

viernes, 6 de marzo de 2009

Sabados literarios


En vacaciones, también se aprende.
En alguna ocasión he oído decir que los años nadie los puede recuperar. Es como el color del verano o la conjunción de los astros o esos amigos que ya se han quedado lejanos. Pero gracias a la magia de la memoria, en mi recuerdo nunca faltan los veranos de mi niñez. Y entre todos estos veranos, hay vivencias colmadas de nuevos aprendizajes.
Me acuerdo de los veranos que pasábamos en casa de mis abuelos, una casa en el campo, donde ayudábamos a recoger la cosecha, cuidar los animales y bañarnos en el riachuelo que mi abuelo apartaba de su camino para que todos los primos pudiéramos bañarnos.
Aquí todo era muy distinto de cómo era el resto del año en nuestras casas. La casa era vieja y no tenia ascensor, varias plantas en las que jugábamos al escondite entre calabazas, trigo y maíz. No teníamos vecinos que ponían alto la tele. Habían árboles muy altos, estos sí que eran altos, más que las casas de aquí.
La abuela tenia gallinas, pollitos, patos y cerdos. Se llamaban todos igual: “ pitos, pitos, pitos “. Debía de ser que, como todos venían a la hora de la comida, resultaba más cómodo. Es como si en el colegio todos se llamaran Jaimes y Andreas. ¿ Te imaginas que diver?
La abuela encogía un poquito cada verano. O seria que yo me hacía más alta. Seguramente le debió pasar como a mi chaqueta verde: estuvo mucho tiempo en remojo.
Mi abuelo tenía un burrito que montábamos todos por la tarde, cuando había terminado la faena del campo. Era suave y peludo y tenía su recorrido aprendido, solo nos daba una vuelta a la casa .Este sí que era listo, no daba un paso más hasta que cambiara de jinete .
También había dos vacas, “linda” y “bonita”. Estas si se llamaban cada una por su nombre, aunque mi madre decía que la abuela tenía poca imaginación para esto de los nombres. Yo aprendí a ordeñarlas. No teníamos microondas pero no lo necesitábamos porque la leche salía templada de la vaca. Hasta que no me hice mayor no supe como hacia la vaca para calentarla.
Cuando mis abuelos murieron dejamos de visitar el campo, ahora sueño con tener uno propio donde compartir con mis hijos y algún día mis nietos los frutos que nos da la madre tierra.

18 comentarios:

  1. Hola Marina,

    Muy buenos recuerdos...preciosos. Los que vivimos en la ciudad soñamos con la paz del campo y otra forma de vida más tranquila.
    Un abrazo y buen finde ;)

    ResponderEliminar
  2. Sábado Literario adelantado...
    Que bonitos recuerdos. Yo pasé una parte de mi infancia en el campo, donde la gallinas y otras aves correteaban por el corral.

    Un beso campestre

    ResponderEliminar
  3. Precioso y tierno. Yo iba con mi abuelo por el campo cuando sacaba las cabras. Pocas, las justas para tener leche y poder vender un par de crías de vez en cuando, pero nunca aprendí a ordeñarlas bien. En cuanto le tocaba la ubre, la cabra salia corriendo jajaja

    La verdad es que los que tuvimos abuelos con campo para correr y animales, fuimos unos niños con mucha suerte.

    Me ha encantado este paseo por tus recuerdos Marina. Yo también he querido aportar un recuerdo en el que entra mi abuelo. Parece que los recuerdos de la niñez no puedan separarse de los abuelos, es curioso.

    Un abrazo y feliz fin de semana :)

    ResponderEliminar
  4. LINDISIMO RELATO Y HERMOSO SUEÑO PORQUE NO???
    QUIZAS ALGUN DIA PUEDAS LOGRARLO
    BUENO YA RECORRI ALGUNOS BLOG, EN ESTE PASEO LITERARIO, TE DEJO UN BESO, YFELIZ DIA EL DOMINGO¡¡

    ResponderEliminar
  5. Hola, Marina. Yo nunca he vivido en un pueblo; bueno ahora sí que vivo en uno, pero no hay vaquitas, ni gallinas, ni abuelas tiernas. Sólo "guiris", un casino y hoteles junto a la playa, así es que, me ha fascinado tu relato.
    Bueno, bueno, yo este sábado me estoy quedando prendada. Mira que había leído cosillas entrañables de los maestros. Cortázar tiene un relato genial: "Los venenos" que habla de cómo percibía él algunas cosillas en la niñez. Pero vamos, que por aquí le vamos pisando los talones a todos esos buenos escritores. Sin duda. Que no se confien...
    Besos de pitos, pitos...

    ResponderEliminar
  6. Un sueño compartido, Mandalandrea, al leerte parecia como si estuviese viviendo mi propia infancia. Algún día volveremos al campo, seguro.

    Bikiños

    ResponderEliminar
  7. Hola,

    He llegado aquí gracias a Mercedes y a estos Sábados Literarios. Mi madre siempre me cuenta cosas de cuando vivía en el campo, de sus pollos, cerdos... de cómo hacían la morcilla, el chorizo... jaja. Entrañable texto,

    Un saludo

    PD: me quedo un ratito más por aquí a ver qué encuentro,

    ResponderEliminar
  8. hola Marina. Otro relato que me lleva a mi niñez a base de verdad y hermosura. Yo pase toda mi infancia en el campo, uno casi igual al que tu describes. Luego tuve que alejarme algo y ahora he vuelto, aunque ya no es el mismo campo, ni nosotros somos niños.
    Desde mis campos para ti y tus sueños un inmenso abrazo.

    ResponderEliminar
  9. Hola Marina, yo también soy de pueblo, en mi casa no había vacas, a cambio teníamos cabras. Me ha gustado tu relato.
    Encantada de conocerte a ti y a tu blog

    ResponderEliminar
  10. Hola Marina,
    Las vacaciones, esos veranos en el campo disfrutando del pueblo, de tus vacas "Linda y Bonita" (en verdad tu abuela tenia poca imaginación jeje!)Un bello recuerdo, seguro que algún dia podrás recuperar esas sensaciones con tus hijos.
    Feliz dia bloggero. Un abrazo

    ResponderEliminar
  11. Marina, lo primero de todo agradecerte tus letras en mi blog.
    Tu relato me ha gustado por la ternura que se desprende entre sus frases. Imagino que con esos días en plena naturaleza recargariais fuerzas para el resto del año.
    ¡Benditos abuelos!

    Un besote.

    Maat

    ResponderEliminar
  12. Hola, Marina:
    Me ha gustado mucho tu relato porque además de lo que cuentas dejas entrever un trasfondo donde hay muchos más detalles e historias. Si "tiras del hilo" que has iniciado, seguro que podrías continuar escribiendo mucho más sobre esos recuerdos de la infancia, que es una forma de recuperar las años, ¿verdad?
    Un abrazo,
    Ramón

    ResponderEliminar
  13. Marina,
    Sigo hoy todavia leyendo relatos, que ayer no pude.
    Y este tuyo es una envidia de recuerdo.
    A mi me hubiera gustado tener unas vacaciones asi, cuando era pequeña, en el campo, con mis abuelos y mucho espacio para jugar y para aprender a cuidar a los animales.
    No dejes ese sueño de tener algo en el campo donde llevar a tus hijos y a tus nietos, ya ves que son recuerdos preciosos, grabados a fuego en el alma.

    Besos

    ResponderEliminar
  14. todavia sigo de visitas ayer tuve tarde de compras asi que cuando regrese solo me dio tiempo de ver unas pocas... muy bonito recuerdo ese del campo una buena forma de pasar las vacaciones entiendo que te apetezca tener tu porpio rinconcito porque es una gozada... besotes

    ResponderEliminar
  15. hola, gracias por pasarte por mi blog, es que me seguías en el anterior??? jejeje de igual modo encantada que te pases por allí ;) mil besos

    ResponderEliminar
  16. Bonitos recuerdos de infancia, en armonia con el campo. Yo también pasaba temporadas en el pueblo, y todos son bellos recuerdos. Un abrazo Marina.

    ResponderEliminar
  17. Qué lindos recuerdos. Los nombres de las vacas me hicieron recordar que, camino a Quetzaltenango (vivo en Guatemala) pasábamos a desayunar a un comedor en la carretera donde había dos perrito: Cariño y Amor. A mí sí me parecen creativos esos nombres y los de las vaquitas.
    Un apapacho especial

    ResponderEliminar
  18. Marina, me ha gustado escucharte tan cercana, añorando ese campo hermoso e inigualable.

    Besitoss!

    ResponderEliminar